Por María Inés Aiuto
Varios investigadores advierten que el modelo actual de producción y extracción será devastador para los ecosistemas. Muchos de estos ya están al borde del colapso como consecuencia de la noción de que son un obstáculo para la producción y de la apuesta a un crecimiento económico que no reconoce límites ecológicos ni naturales. Contrariamente, sin ecosistemas no hay recursos que posibiliten la vida humana.
Un suelo agrícola es un ecosistema y la pérdida de su biodiversidad por ejemplo, significa la pérdida de futuras cosechas.
Ante este panorama, se vislumbra una transición hacia otros modelos de producción como es la agroecología. Personas conscientes comprenden que el crecimiento económico no ha logrado mejorar la calidad de vida de las personas, ni terminar con la pobreza y el hambre en el mundo –ya que alimentos hay suficientes, lo que falta es una equitativa distribución de los mismos-, ni garantizar la conservación de los ecosistemas.
En palabras del ingeniero agrónomo brasilero Francisco Roberto Caporal, esta transición hacia la agroecología es el paso del modelo agroquímico a estilos de producción agrícola más evolucionados desde el punto de vista de la conservación de los recursos naturales, un proceso social orientado a la obtención de índices más equilibrados de resiliencia, productividad, estabilidad y equidad en la actividad agrícola.
Definiciones y orígenes
Existen varias definiciones sobre la agroecología. Sobre los orígenes, Susanna Hecht explica que “el uso contemporáneo del término data de los años 70, pero la ciencia y la práctica son tan antiguas como los orígenes de la agricultura”. La define como “un enfoque de la agricultura ligada al medio ambiente, sensible socialmente, centrada no solo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción e implica un número de características sobre la sociedad y la producción que van mucho más allá del predio agrícola”. Y encuentra sus raíces “en las ciencias agrícolas, en el movimiento del medio ambiente, en la ecología, en el análisis de agroecosistemas indígenas y campesinos, en los estudios sobre el desarrollo rural y en la economía y la política ecológicas”.
Para el chileno Miguel Altieri, uno de los principales referentes en el tema, la agroecología es “una ciencia que se basa en el conocimiento tradicional campesino y que también utiliza los avances de la ciencia agrícola moderna (exceptuando la biotecnología transgénica y los pesticidas). Provee los principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar los agroecosistemas para que sean productivos, conservadores de los recursos naturales, socialmente justos, culturalmente aceptables y económicamente viables. Es ecológicamente viable porque pretende optimizar el sistema campesino. Es socialmente activa porque tiene que ser participativa y crear redes de intercambio. Es culturalmente aceptable porque no trata de modificar el conocimiento campesino ni imponer, sino que trata de crear un diálogo de saberes. Y es económicamente factible porque utiliza los recursos locales”.
Altieri destaca que “en el mundo hay aproximadamente 1.500 millones de campesinos que ocupan el 20% de las tierras y producen el 50% de los alimentos que consume la población mundial. De esos campesinos, el 50% practica agroecología”. Mientras tanto la agricultura industrial produce el 30% de los alimentos con el 80% del área agrícola mundial.
Manejos agroecológicos
La agroecología intenta que las fincas agropecuarias se parezcan lo más posible al ecosistema natural de la región biogeográfica en que se encuentra. De aquí que se le dé alta importancia a la diversidad de cultivos y prioridad a las especies que mejor se adapten al medio. Además, su práctica tiende al uso de tecnologías apropiadas a las condiciones locales y disminuye la dependencia de insumos externos. Si bien está comprobado que los manejos agroecológicos se pueden realizar en áreas pequeñas, medianas y grandes, es importante remarcar que están en juego cuestiones que van más allá del predio agrícola. El ingeniero agrónomo Altieri mostró ejemplos de entre 500 y 3000 hectáreas que se manejan agroecológicamente. Sin embargo, también sostuvo con otros casos que era conveniente limitar la escala a no más de 50 hectáreas para evitar el desplazamiento de pequeños y medianos productores por parte de empresarios.
Respecto a los manejos agroecológicos básicos podemos mencionar:
- Mantener el suelo cubierto para su conservación y para conservar el agua mediante prácticas de laboreo mínimo, cultivos de cubiertas verdes de invierno y de verano.
- Suministro regular de materia orgánica mediante el uso de compostaje, estercoleros, cenizas, lombricompuesto y biofertilizantes.
- Reciclaje de nutrientes mediante rotaciones de cultivos, asociaciones de plantas, cultivos en franjas, agroforestería (árboles, cultivos y animales) y cultivos intercalados basados en leguminosas.
- Prevención y control natural de plagas y enfermedades mediante el uso de biopreparados, tramperos, plantas repelentes y atrayentes, diversificación y la introducción y/o conservación de los enemigos naturales.
- Uso múltiple del paisaje.
- Producción sostenida de cultivos sin el uso de insumos químicos que degraden el medioambiente.
-Producción, selección y conservación de materiales genéticos locales de semilla, plantines y animales.
Casos en la Argentina
En la Argentina el modelo agrícola biotecnológico sigue teniendo preponderancia: de las 31 millones de hectáreas agrícolas, 20 millones están sembradas con soja, sobre las cuales se rocían 200 millones de litros del agroquímico glifosato por año más otros productos.
En menor medida, pero cada vez más visibles y necesarios, existen otros modelos llevados adelante por campesinos que ya hacían manejos agroecológicos y fueron perfeccionándolos y agregando otros, por pueblos indígenas con acceso a la tierra, y por una oleada de jóvenes de centros urbanos que decidieron vivir en el campo y convivir en armonía con el medio.
Reni Luft (53) y su marido viven hace 36 años en una granja de menos de un cuarto de hectárea, a 18 Km de El Soberbio, una ciudad fronteriza en la provincia de Misiones. A los 8 años llegó desde Brasil y se instaló junto a su familia cerca de su vivienda actual, pero en el monte. Luego se casó, y si bien se lamentó por no haber continuado su educación formal, tuvo la posibilidad de capacitarse por otras vías: “Mucho de lo que aprendí fue con el Movimiento Agrario Misionero (MAM), ellos estaban trabajando en el tema de la Ferias Francas y me invitaron a participar de sus reuniones porque se estaba por crear una feria en el Soberbio, así que estoy muy agradecida con ellos con quienes además aprendí a amar a la naturaleza”.
Sin embargo, no todos los integrantes de las ferias realizan manejos agroecológicos: “Hay algunos que sí y otros no. O también hay gente que no usa agroquímicos en la huerta, pero como plantan tabaco allí sí usan”, explicó Reni.
En el caso de su finca, intentan no usar ningún tipo de veneno. En cambio, utilizan diversidad de plantas aromáticas en las cabeceras de los canteros de la huerta que ayudan a evitar los insectos. Tampoco usan agroquímicos en la mandioca que cultivan en un espacio cedido por su vecina.
Otra práctica que implementaron es la plantación de gran variedad de árboles frutales, muchos nativos, como la jaboticaba, pitanga, araticú, mamón, coco, mango, mora, naranja, ciruela, pera y durazno. También tienen frutilla del aire –planta nativa-, y cultivo de frutillas convencionales. De allí consumen las frutas y elaboran mermeladas que también venden. A su vez, plantaron otros árboles nativos como el lapacho rosado y el amarillo, la guayubirá y el palo borracho que entre otros servicios ambientales, les ofrecen sombra y controlan el viento.
El abono orgánico para la huerta lo hacen en tres pozos que usan de manera rotativa donde depositan los desechos de la cocina y las hojas. Como tienen gallinas ponedoras de huevos y algunas gallinas doble pechuga para alimento, usan su estiércol también para abono, una vez que se desintegró. Y tienen lombricompuesto que es otro tipo de abono orgánico que se obtiene a partir de la acción de las lombrices californianas.
Cristian Barrionuevo es estudiante de Ciencias Agrarias en la Universidad Nacional del Noreste y ayuda a su tío Jorge Frías a trabajar su campo ubicado a escasos kilómetros de la localidad de Puerto Tirol, en la provincia del Chaco. Hace dos años comenzaron a trabajar una hectárea de las diez que poseen, en principio para satisfacer las necesidades familiares. Además, utilizan el monte para apicultura, el pastizal para plantar árboles frutales como mamón y cítricos, y cuentan con un espacio para una futura represa.
Hoy los manejos que realizan son agroecológicos casi en su totalidad, y aunque quisieron hacerlo así desde el inicio, fue una transición ya que los dueños anteriores tenían plantaciones de eucaliptos. “Como mi tío trabaja con los campesinos y conoce experiencias agroecológicas, sabía que tardaría entre 5 a 7 años lograr un equilibrio ecológico en la finca, y es lo que pasó. Primero costaba mucho que salgan bien las verduras, las huertas no funcionaban, las plagas se comían todo sin usar agroquímicos, por eso tuvimos que usar insecticidas para las hormigas”.
Si bien ahora las hormigas casi no molestan o comen muy poco, en caso de que aparezcan las combaten sin agroquímicos. Por ejemplo, para que no invadan los cajones de las abejas, colocan una bandeja de aceite quemado debajo del caballete que los sostiene, y las hormigas no pueden subir. Para otras plagas realizan aplicaciones de tintura de timbó para control y prevención, para los pulgones en los cítricos usan preparados con ajo y tabaco y para ahuyentar a los pájaros de la chacra, cuelgan CDs o tiritas de metal ya que los reflejos de luz los espanta. Además, usan fertilizante líquido de ortiga, una planta autóctona que ayuda a fortalecer el crecimiento de las plantas.
En la finca realizan una combinación de actividades como apicultura, huerta, chacra, cultivos para mejoras en el suelo, árboles frutales y aves de granja, dándole un uso múltiple al espacio.
Previamente a la siembra en la chacra, pasan el tractor con la rastra de disco de manera superficial, luego mezclan la materia orgánica que queda y esperan que se incorpore en el suelo. Cristian considera que no es la mejor manera de hacerlo porque al remover el suelo se debilita, pero aun no cuentan con cantidades de abono orgánico suficiente para incorporar al suelo y poder hacer siembra directa.
Allí tienen maíz, zapallo y mandioca, y en los laterales árboles de nuez pecan, paltas, chirimoya, manzana, ciruela, durazno, carambola y timbó en cantidades ya que sirven para combatir gusanos en el suelo y para hacer preparados evitando la compra de insumos. También asocian cultivos, por ejemplo, mandioca, maíz y zapallo tronco o sandía, con el fin de captar más nutrientes, controlar plagas y facilitar la polinización.
Otra parte del campo está preparada para sembrar alfalfa y sorgo con el fin de generar materia orgánica y proteger el suelo, práctica agroecológica llamada abono verde. Además la alfalfa sirve de alimento para las gallinas.
En la huerta tienen acelga, remolacha, cebolla, zanahoria, repollo, lechuga, rabanito y zapallo tronco y sólo un tercio tiene riego ya que la zona se caracteriza por ser húmeda, además consumen plantas silvestres como la achira.
Cristian dejó un pequeño sector de experimentación para probar qué cultivo se adaptaba mejor al ambiente con un solo riego inicial. En un suelo casi sin modificar, plantó aromáticas, árboles frutales, hortalizas y maíz y lo cubrió con vegetales y cartón para que no salgan yuyos. Varias de las especies resistieron sin inconvenientes.
También tienen un área de monte que conservan y usan para apicultura. Hoy tienen cinco cajones de abejas, pero quieren aumentar la producción. Para ser más exactos, hacen permapicultura, una técnica más conservacionista que intenta molestar lo menos posible a las abejas, que evita darles azúcar como alimento –ya que la consideran veneno-, e intenta achicar su tamaño que fue aumentado por el hombre creyendo que iban a producir más, pero según la permapicultura, fue la causa de la propagación de la Varroa, un ácaro que las ataca.
Llega el atardecer en el campo de Tirol, los monos aulladores se hacen oír con fuerza. También conviven conejitos de monte, víboras, tucanes, sapos, mariposas e incontables especies de aves, señal de que el agroecosistema está equilibrado.
Agapito vive junto a su compañera en las afueras de El Soberbio, Misiones, hace unos 30 años. En una granja de más de 200 hectáreas tienen huerta, numerosos árboles nativos y frutales, pollos parrilleros que alimentan con maíz que cultivan y muelen ellos mismos “logrando una mejor calidad”, y cerdos que comen con lo generado en la chacra porque “con alimento balanceado es imposible que tengan sabor a chancho”, aclaró Agapito. Destinan siete hectáreas para maíz y una a dos hectáreas para mandioca para alimentar a sus animales y cuenta con una zona de monte en recuperación que utilizan para ganadería.
Una cuestión importante que recomendó Agapito es el cuidado del pozo de agua: “Cuando llegué el pozo era a cielo abierto, muy expuesto, entonces le hice un cuadro de material y dejé un caño de salida, la naciente de agua la dejé libre, le puse piedras que hacen de filtro, y pasturas, de esa manera se cubre de los venenos y otras impurezas que puedan contaminarla”.
Lo destacado de su finca es la abundancia de árboles nativos, muchos plantados por él: “Tengo loro, incienso, cedro, guatambú, guayubirá, guayca, palmera natural del monte, coquero, soita, y también frutales. Pero para llegar a esto tuve un cambio personal, porque a decir verdad, cuando llegué acá planté 150 hectáreas de pino (risas), después los fui sacando y fui preparando el terreno. Y este cambio mío tuvo que ver con mi acercamiento y capacitación en la escuela Escuela de la Familia Agrícola (EFA). Para mí lo que hice fue una gran victoria, fíjese que hace 30 años empecé a plantar árboles nativos”, enfatizó Agapito.
La EFA, institución de gestión privada inserta en el medio rural en diversas provincias de la Argentina, tiene una función destacada en la promoción de las prácticas agroecológicas. Tiene un sistema de alternancia de 15 días en la escuela y 15 en los hogares y los alumnos son, por lo general, hijos de pequeños productores. “La EFA tiene como principio respetar el medio ambiente por sobre todo y es un eje transversal en todas las materias y en el día a día de la convivencia interna”, contó Alicia Canteros, docente de la Efa Tupa Rembiapo de Santa Ana, Corrientes.
Comercialización
Para estos otros modos de producción, las Ferias Francas cumplen un rol destacado ya que posibilitan la comercialización de los productos de forma directa hacia los consumidores de pueblos y ciudades, es un espacio de encuentro, de promoción y de intercambio de saberes. Mientras que para el consumidor es la posibilidad de consultar acerca del alimento que compra.
En el caso de Reni, los alimentos que no consumen, los venden a los turistas que llegan a su casa o en la Feria Franca que funciona en el Soberbio todos los sábados por la mañana. Allí vende cultivos de la huerta, mandioca, maníes, frutas, huevos, pollos, mermeladas, almíbar, pickles, dulce de leche y licores. “Las personas que se acercan a la feria y nos consultan cómo producimos los alimentos, son por lo general de otros lugares, aquí en el pueblo nos falta mucha concientización sobre el daño que provoca el uso de venenos tanto para el productor como para el consumidor”, se lamentó Reni.
Por su parte, Agapito tiene clientes en el pueblo que le hacen pedidos por teléfono o personalmente. Les vende cebolla, lechuga, perejil, mandioca, pollo, carne de chancho, dulces, pickles, queso, crema, leche y dulce de leche. Además, su compañera hace artesanías junto a un grupo de mujeres del Soberbio y San Vicente que venden en la provincia y fuera de ella. Contó que participa de la Feria Franca hace sólo tres meses: “Lo bueno que tiene la feria es la diversidad de productos que ofrece, además es una atracción para los curiosos y el boca a boca también ayuda para la promoción de nuestros productos”.
En el caso de Cristian y su tío, si bien la comercialización de la producción no es prioridad ya que es para autoconsumo y el ingreso familiar es otro, lo que sobra lo venden: “Algunos huevos, ahora hay mucha producción de plantines que los llevaré a una feria y porongos para mate. Vendemos sobre todo directamente al consumidor, a gente conocida, en el trabajo y en Resistencia, Chaco. También armamos una página en internet donde nos hacen pedidos, pero tenemos que ir aumentando la producción.”
Alicia contó que la EFA de Santa Ana, Corrientes, también vende parte de su producción que realizan docentes y alumnos: “Tenemos vivero, miel, porcinos, gallinas, huerta, producción bajo cubierta de tomate y pimientos y frutales. La gente se acerca a comprar a la escuela o en los eventos del pueblo como es la fiesta patronal, en las ferias y están nuestros clientes fijos que llevan huevos y las canastas de verdura. Hoy también estamos vendiendo pollo”.
Dificultades y soluciones
Para Reni uno de los principales problemas para llevar adelante manejos agroecológicos es que sus vecinos aplican agroquímicos y por efecto del viento también llegan a sus cultivos: “Cuando me preguntan si el producto que vendo es sano, les contesto que no se los puedo asegurar, porque si bien yo no uso veneno tengo vecinos cercanos que plantan tabaco o cítricos que fumigan con máquinas y el viento trae el veneno a mi huerta”. Lo mismo le sucede a Agapito: “En mi huerta no uso agroquímicos y utilizo abono natural, pero el veneno que usa el vecino viene por el aire y no puedo decir que mi producción es 100% ecológica”, aunque también destaca que con la abundancia de árboles que hay en su finca es difícil que llegue el agroquímico de los vecinos que plantan tabaco.
En el caso de Tirol, Cristian relató que solo una vez unos vecinos quisieron sembrar soja, pero su tío logró convencerlos para desistir de la idea, explicándoles entre otras cosas, que era una zona donde viven familias con niños y hay casas de fin de semana. El posible problema allí es la contaminación del Río Negro que rodea el campo: “Hoy no nos afecta directamente porque no usamos agua del río, pero hay informes que constatan la contaminación por la fábrica de tanino instalada en el pueblo y la gente dice que antes se pescaba y ahora no. De todos modos, como acá llueve seguido podemos maximizar el uso de esa agua, y para eso ya tenemos planeado hacer una represa”.
Otro inconveniente es cómo convivir con los animales del monte que al tener su hábitat cada vez más reducido buscan alimento en las fincas como le sucedió a Reni: “Un vez tuvimos una seca tremenda, yo regaba la huerta dos o tres veces por día, y a la noche venía un tatú y no me dejaba nada de verdura para la feria. Así estuve dos meses hasta que un día mi perro logró atraparlo. Pero no tendríamos que matar a los animalitos para cosechar alguna planta, porque nosotros destruimos su ambiente y ellos tienen derecho a comer y vivir también”. Para estos casos, Cristian recomendó colocar cercos de tunas y cedrón, que pinchan y hacen una mata frondosa alejando a los animales.
Políticas públicas y acciones necesarias
Para el ingeniero Altieri el mayor obstáculo para el desarrollo de la agroecología es la falta de voluntad política, los intereses de las multinacionales, la sobrefinanciación para la investigación y desarrollo de la agricultura convencional y la casi nula para la agroecología.
Reni señaló que en el Soberbio falta apoyo desde instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Además, los feriantes dejaron de contar con la colaboración del técnico del MAM: “Nos falta asistencia técnica para los feriantes. A los colonos que plantan tabaco dicen que sí los asesoran, que son mayoría por los beneficios sociales que reciben. En cambio para los agroecológicos falta incentivo desde el municipio que tendría que ser el primero en fomentarlo junto a la provincia, ya sea dando charlas, orientando a los productores para cuidar el monte que queda y evitar el uso de venenos”.
Para Agapito, falta voluntad y confianza de los pequeños productores: “En la feria somos menos de 10 familias las que participamos, ahora si viene una empresa particular para plantar tabaco y necesita 200 colonos, en el día los junta, en cambio nosotros podemos pasar 10 años y no llegamos a 20”.
Cristian también señaló la carencia de técnicos especialista en el tema y dejar de fomentar insistentemente la producción convencional: “Faltan técnicos que sepan de agroecología y que ayuden a la gente, pero no hay muchos formados en el tema. También se necesitan nuevos mercados locales para la comercialización y ayudarlos a que se mantengan en el tiempo y funcionen. Y como estudiante creo importante enseñar la opción agroecológica en la universidad o aunque sea nombrarla”.
Otras cuestiones necesarias que consideró Cristian son “darle mayor publicidad y reconocimiento a la agroecología” y como acción indirecta, “otorgarle mayor autonomía a los municipios para que tengan poder de decisión real, para dar lugar a la democracia participativa y de esta manera beneficiar la producción agroecológica”.
El movimiento agroecológico en la Argentina
Existen escasos registros sobre el desarrollo de la agroecología en la Argentina. En una consulta a Artenio Driutti, ingeniero agrónomo y director del Instituto Agrotécnico de la Universidad Nacional del Nordeste, explicó que “los orígenes en la Argentina fueron iniciativas locales dispersas, mientras que a nivel académico, la Universidad de La Plata fue la primera en abrir una Cátedra de Agroecología en la carrera de Ingeniería Agronómica y desde allí se promovieron grupos de trabajo en los alrededores de la ciudad”. “Otro grupo importante surgió en Rosario, provincia de Santa Fe, que en los años 90 realizaron cursos de agroecología en distintos puntos del país. Uno de ellos fue en la Granja Naturaleza Viva de Enrique Vénica, en Guadalupe Norte, Santa Fe, un emprendimiento familiar que cuentan con 25 años de experiencia en producción agroecológica. También promovieron cursos de posgrado en Agroecología en conjunto con la Universidad de Córdoba, España, donde se capacitaron personas que hoy son referentes en el tema. Ese grupo continúa dando cursos, está bien organizado y es muy dinámico”, relató el ingeniero. No casualmente, existe en Rosario un Programa de Agricultura Urbana de la Municipalidad que funciona desde 2002, se trata de una red productiva que integró unas 10 mil familias desocupadas en la producción y elaboración de alimentos mediante técnicas ecológicas que se destinan al consumo familiar y al mercado.
Ya en los últimos años se destacaron los encuentros Regionales de Agroecología en el noreste argentino, en 2010 y 2011 se realizaron en General San Martín, Chaco, convocados por el Movimiento Agroecológico Chaqueño y en 2013 en Bella Vista, Corrientes, donde participaron alrededor de 700 personas de diferentes provincias y países. Estos espacios tuvieron el mismo objetivo de promocionar, defender e intercambiar conocimientos y experiencias agroecológicas.
Tras el encuentro en Bella Vista, se conformó la Red Regional de Agroecología. Paiá Pereda, coordinadora del Instituto de Cultura Popular (INCUPO), explicó que hubo “tres corrientes que confluyeron: los organizadores de los encuentros en General San Martín, las organizaciones nucleadas en el Movimiento Agroecológico Latinoamericano (MAELA) que trabajan en el nordeste argentino, y el Consejo de Garantía Participativa de Bella Vista, quien tomó la iniciativa de convocar al encuentro el año pasado. En la reunión de evaluación consideramos que teníamos que mantener el espacio durante todo el año y así surgió la idea de convertirnos en Red Regional”.
Desde 2007 funciona en Bella Vista el Sistema de Certificación Participativa de productos agroecológicos que le permite al productor diferenciar su producción en el mercado local. A diferencia de la certificación orgánica convencional, es un sistema gratuito para el productor por lo tanto no encarece el producto. Además, como requiere la participación de diversos actores locales quienes controlan y aseguran la calidad del producto, se promueve la participación directa de consumidores, pequeños productores, asociaciones, instituciones públicas y Ongs.
Más recientemente, la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación creó un área específica con enfoque agroecológico “para acompañar y promover la agroecología como herramienta de consolidación de las comunidades rurales, potenciando sus capacidades en la producción de alimentos saludables, en cantidad, calidad y diversidad”, explicó la referente del área Renata Valgiusti. “La intención es responder a las demandas de organizaciones de la agricultura familiar, técnicos e instituciones para profundizar los manejos agroecológicos, apoyar el trabajo que se viene realizando en torno a la preservación de semillas nativas y criollas e incluir la agroecología en los programas y organismos destinados a la agricultura familiar”, detalló la ingeniera agrónoma.
Revista Superficie
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